Belleza sudamericana

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Una bolsa revolotea en el aire.
Un pájaro solo no sabe a donde ir.
Una polvareda me hace estornudar.
Un remisero no para de engordar.
Una botella de plástico galopa en clave de malambo.
Una ráfaga me desvía un escupitajo.
Siempre el viento, torciendo mi voluntad.




"¿Querés ver la cosa más bella que alguna vez filmé?"

Luna grande

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Hagan algo por esas montañas

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Do something for Oasis 1972 gritaba la remera ajustada, violeta de la obstétrica tetona. El Do y el for eran gigantes y el 1972 se perdía detrás de esas montañas.

La veterana hablaba suaaaaaveee, aniñada y siempre preguntaba algo.

La primera vez que la vi, dos semanas atrás, tenía un gorro y un delantal de quirófano y habló de la fuerza exquisita que tiene una mujer al momento de parir. Esa fuerza que le permite dar vida y olvidar el dolor, la tensión y el pudor de que te estén mirando y metiendo mano ahí donde a vos tanto te constó llegar.

Me pregunto a qué se refería la arenga de la remera ajustada, violeta: Hagan algo por Oasis 1972. Estuve tentado de preguntarle si lo sabía y si tenía hijas de 21 para arriba.

De polacos, turcas y franchutes

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Lo único divertido que hizo Pergollini en la tele fue La Tv Ataca. Y fue divertido porque estuvieron Paqui Galé(?), Pipo Cipolatti y Fisu.

Sólo es memorable por las participaciones de Jorge Polaco, Zulma Faiad y Mano Negra como invitados.

Y que anoche se haya sacado el traje de CQC en un ataque de seudo rebeldía es patético.

Tripa ¿muerta?

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La neonatóloga de apellido alemán se parece a las enfermeras del cuadro de silencio hospital, salvo que esta charla bastante y no usa cofia.

Tiene voz chillona y habla y gesticula en tono docente. Es su curro: enseñarnos qué cosas malas le pueden pasar a un bebé al momento de nacer.

Estoy en la segunda clase del curso de pre parto que es más aburrida que la primera. El resto de grupo ya es veterano y parece que algunos hombres ya desistieron de venir.

La neo pone en una mesa un muñeco que tiene un cordón umbilical hecho de lana y explica cómo limpiar esa tripa muerta con gasa y alcohol hasta que se desprenda.

El eufemismo de la lanita azul y blanca no me impide recordar los souvenir que mi vieja se llevó de los cuatro partos que tuvo. Me pregunto si todavía guarda esos broches de plástico con la prolongación seca de mi ombligo y los de mis hermanos.

¡Qué freak! Pienso. Antes nunca me había resultado desagradable. Ahora sí, y sé que el de mi hijo terminará en el tacho de basura. Nada de residuos “patológicos” en la casa.

Pero volvamos a la doctora. Mientras también relata cómo higienizarle la “pochola” a la nena (con esas palabras) y el pitito al varón, yo me concentro en sus zapatos blancos, en sus piernas blancas y en su guardapolvo blanco que le llega a diez centímetros arriba de las rodillas.

¿Y debajo del guardapolvo? Nada, supongo, fantaseo, me auto convenzo.

Fantaseo también con una cadenita de oro que lleva alrededor del tobillo derecho. Y pienso esta máxima: cadenita de oro en el tobillo, señal de que en la cama es dominante. Y me la imagino con nada más encima que la cadenita. Y esposas.

Pero vuelvo a pensar en los cordones umbilicales. Los veo como cadenas, esposas, piolines que son ataduras de carne. O lazos que no se cortan, ni se pudren, ni se secan.

Y me doy cuenta de que por algo es que cuando le pasa algo a tu vieja lo sentís en la panza, a la altura del ombligo, en el cordón que parece ya no estar.

Y entonces escucho mis propios pensamientos y digo que soy un poco freak. O que podría haberlo sido si no tuviera la capacidad de retorcer mi mente, sentarme en mi propio diván y analizar que la doctora dominante es mi vieja dominante y ahora mi novia dominante.

Y veo a la madre de mi hijo y a todas esas madres dominantes del curso de pre parto y me digo: la tripa seca de mi hijo va a parar al tacho de basura. Nada de vínculos “patológicos” en la casa.