La podrida

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Un taxista gordo con baba en la comisura de los labios amenaza por teléfono:
—Te hablo de acá, de los taxis. En diez minutos vamos para allá. Si no guardan todos los coches, se arma la podrida.

Cierra el celular con tapita como si fuera la claqueta de un director de cine. Pero la película sigue veinte metros más adelante.

—Dale, pegalo, pegalo —dice un tachero petiso que sostiene una cartulina, mientras otro la pega con cinta sobre el cartel luminoso de un parquímetro. En la cartulina escribieron con fibra: "Gracias por cuidarnos todas las noches. Y perdón porque no te hayamos cuidado a vos".

Treinta metros más adelante un grupo discute qué hacer.
—Quieren cortar aquellas dos calles y liberar estas otras. Yo les digo: para que nos escuchen, nos tenemos que quedar acá hasta mañana—. El tachero que grita tiene treinta y pico—. Hay que joder para que nos escuchen.

Esta mañana (miércoles 27 de mayo) apareció muerto un taxista de 60 años en un camino de tierra de Coronel Dorrego. El cuerpo tenía ocho puñaladas.

Casi todos los taxistas y remiseros cortaron las calles alrededor de la principal plaza de Bahía Blanca para reclamar seguridad. Casi todos, menos uno, aparentemente.

Pero aparentemente no se armó la podrida.