Pueblo sucio

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Otras de pueblitos: acá y acá.





Bom, bom, bom, bom...



"No me gusta vivir en un pueblo sucio, me deprime. Ahorré y me compré un terreno, porque no me banco vivir en un pueblo sucio...

... no podés plantar en un pueblo sucio.


Acá, mi dama no tiene que pretender...
... mi cuenta bancaria es una caja de zapatos en el piso, vacía...


... váyanse de su pueblo sucio."




Dirty Town, de Mother Mother
Country albumblanesco, cadencia grunge desenchufada y descontento expresado sin vueltas.
Recomiendo el video de Hayloft.

Música para escapar

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Típicamente pueblerina


Por estos días no encuentro mejor cosa que escuchar alguna melodía predecible de Tom Petty, justo cuando me cae Compañero de ruta, su último disco de estudio.

Las letras también pueden parecer previsibles: carretera, mandarse a mudar, asuntos pendientes, el pago chico...

Lo escucho mientras ando y desando mi ruta: ese continuo entre mi salida y mi llegada, la de mi pueblo chico, la que me vuela la mente mientras mi resto conduce.

Y le cambio el sentido a las canciones para que se parezcan a mi viaje. O sale una nueva, una amalgama de frases inconexas, conectadas:


Ciudades que duermen. No creo todo lo que veo.

Este pueblo viejo es un asunto triste; te ata las manos y te carga el trago. Menos mal que no estás. El vago de Jim se llevó una botella y trató de hacerle dedo a un tren. Dejó una nota que no puedo entender.

* * *

Juro que vi tu cara en una sombra de la luna, mientras le peleaba al sueño con las ventanas bajas.

* * *

Escondí mis huellas y me tomó mucho tiempo volver. Estoy de vuelta en el primer casillero. Al sur, otra vez al sur, donde me acosté tarde, me crié y perseguí un fantasma. Así que si llego hasta tu puerta, dejame dormir en el piso de tu casa.

* * *

Estás coqueteando con el tiempo y el tiempo te está alcanzando.

No podés vender tu alma por un poco de tranquilidad.

Estatuas del pasado me redimen de mis pecados.

* * *

Siempre tuve más perros que huesos.

Victoria oscura: ganaste y perdiste.

Podés mirar para atrás, pero no te quedes mirando.Si no corrés te oxidás.






Un Petty neto (galería de fotos en Flickr)

Y tu pelota, ¿cómo se llama?

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En esta escena de la película La vida de los otros, el capitán Gerd Wiesler, de la Stasi (la Seguridad Estatal de Alemania del Este), va a su lugar de trabajo: el altillo de un edificio de departamentos, en la Berlín oriental de 1984, desde donde espía al escritor Georg Dreyman, que vive ahí y está sospechado de ser anticomunista.

Con impunidad casi fantasmal entra al edificio donde se encuentra con un nene que también vive ahí. Y mantienen este breve diálogo:

Nene: —¿Realmente es de la Stasi?
Wiesler: —¿Sabes qué es la Stasi?
Nene: —Sí. Mi papá dice que son malos que encierran a la gente.
Wiesler: —¿Sí? ¿Cómo se llama tu...?
Nene: —¿Mi qué?
Wiesler: —Tu pelota ¿Cómo se llama?
Nene: —Las pelotas no tienen nombres.

Años más tarde, cuando el muro de Berlín ya cayó, Weisler es nada más que un cartero.

O un hombre bueno.

Tres de gitanos

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El viento bahiense arremolina varios billetes de 2 y 5 pesos por el piso, alrededor de un nene rubiecito que está sentado en la vereda del Bank Boston, llorando desconsolado, con una caja de zapatos en la mano y un manojo de galletitas hechas migas en el piso.

Llora a gritos y no se le entiende.

Lo rodean otros nenes iguales: rubiecitos, de ojos muy claros, penetrantes. La más grande de todos el raja algo que parece una puteada a otro.

Jalaiiijalajal –le grita y lo saca corriendo mientras le junta la plata que se vuela al que llora desconsolado.

Se me ocurre que son gitanos.

Casi todos miran, miramos la escena. La dama se agarra la cartera y el caballero vigilantea sus bolsillos. Se evita el contacto y la escena pasa. La ciudad es muy grande y tiene temas más importantes que atender.

El estigma gitano me pega y prefiero seguir caminando.


* * *


Mi vieja contó alguna vez que un gitano rubio y de ojos muy claros la maldijo en 1982 y le preanunció la muerte de mi viejo.


* * *


Es octubre de 1976 y María, británica de Gibraltar y gitana, conocerá en Londres a un cabo de la Marina argentina que no va a quedarse más de dos años en una base inglesa.

Cuando le toque regresar, ella se volverá con él, se casarán y tendrán hijos, perdices y electrodomésticos.

Pero las perdices se cocerán amargas y la casa llena de artefactos no va a alcanzar para disimular un rincón vacío que le quedará el día que deje Inglaterra, Gibraltar y una ristra de hijos de otro matrimonio que ya fracasó.

Hijos que el padre no le permitirá ver hasta que se vuelva muy viejo y los hijos se vuelvan padres. Ella seguirá joven, porque cuando los parió era mucho más joven.

Por facilidad o desconocimiento, acá le van a decir la gallega, aunque su lengua disparará puteadas andaluzas.

"Tu pueblito se fue a dormir"

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* Para una mejor experiencia, se recomienda
darle play al video y después seguir leyendo.




Ned se escapa de su quietud y tira el pucho que fumaba.

Una batería implacable como un tren a la nada y una guitarra que suena como rascarse la costra de los codos echan a andar el videoclip de "Come Clean", de Ned Collette con la banda Wirewalker.

"Tu pueblito se fue a dormir/ Suavemente guiado hacia tiempos mejores" es lo primero que canta, mientras camina por las vías que antes irrigaron lo que fue una fábrica de algodón en Leipzig.

La tarde es tan, tan, tan gris que lo tiñe todo, todo. Y los artistas de la Mærzgalerie no pueden hacer nada. Nada.

Huele a pierogi de puré de papas. Y así la canción cobra colores y brilla y vibra en estéreo.

Ned tambalea porque se da cuenta de que el reloj murió a las 2 y 10. Y desgarra cuando canta "Ellos desmantelaron todo tu encanto".

Ya no cree en nada, ni en tu cara, que ahora le parece un sueño, ni en su propia imagen duplicada.

¿Por qué no terminaste la canción en el minuto 3.39?

Ned apenas levanta los pies del empedrado y nos deja solos con la mezcla de sus voces para desaparecer dentro de una chimenea.


* * *

El video lo dirigió una tal Natalie van den Dungen y lo filmó en una sola toma, aunque al final quedó con algunas ediciones en el medio. Encontré la locación del video en Google Earth: Spinnereistr. 7, Halle 6 D-04179 Leipzig y en Google Maps. Cliqueando en la foto para ampliarla podés ver el recorrido de Ned, desde que la cámara empezó a rodar hasta que se lo tragó la chimenea.



English version.

"Your little town has gone to sleep"

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Versión en inglés de "Tu pueblito se fue a dormir".


* For the best experience we recommend read while playing the video.


Ned escapes his stillness and pulls the cigarrette he was just smoking.

Relentless drums like a train to nowhere and a guitar that sounds like scratching your elbows scab push the video forward.

"Your little town has gone to sleep/ guided softly towards better times" is the first thing he sings, while he walks along the tracks that used to irrigate what once was a cotton factory in Leipzig.

The evening is sooooo gray that dyes the whole everything. And the Mærzgalerie artists can do nothing. Nothing.

Smells like mashed potatoes pierogi, and so the song takes on colors and glows and vibrates in stereo.

Ned staggers because he realizes that the clock died at 2 past 10. And tears when he sings "They dismantled all your charm".

He no longer believes in anything, nor in your face that now seems a dream, nor in his duplicated own image.

Why didn't you finish the song at minute 3.39?

Ned slightly feet off the pavement and leaves us alone with the blend of his voices to disappear into a chimney.

Practicando arqueología en un armario con cajones viejos III

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En 1984, Charly García encarnó a las "Chicas muertas" de la tele. Intocables, imposibles de amar y entender, las hizo canción, en el disco Terapia intensiva de ese año.

Y hablando de occisas: el último cadáver inspirado en su música.


      Antes de partir ves el 6 de abril como es el papel en la pared.

Yo nací en un surubí, frotándote las piernas.

Las chicas muertas vuelas por las estrellas contra el suelo.

El perdido puede subir a su corazón ciego.

El whisky se pregunta si tiene plata en el bolsillo.

Los que viven en el pasado buscan la soledad verde.

Estas absurdas experiencias les darían algunos enfrentamientos frecuentes.

El equipo exótico ofrecía más viajes a su casa.

La nariz feliz se escapó como si fuera un bebé.


"... te diré los versos de un gordo chancho..."

¡A visto!

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En el camino al trabajo vi:

diez perros muertos

una perdiz

empleados municipales viajando por la banquina dentro de la pala de una topadora

una jauría patotera empecinada con los tobillos de una vieja

varias viejitas con carritos de compras

un viejo en ciclomotor queriendo parar al camioncito de EDES

la carota del gordo Casero en un afiche

un chofer de la Costera Criolla tirando su basura por la ventanilla.

La primavera

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La primavera
Cargado originalmente por ricardoc57

Nada. Me gustó la foto y el texto que la acompaña.

♫ "En bicho, bicho yo me convertí..." ♫

Practicando arqueología en un armario con cajones viejos II

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Más cadáveres exquisitos encontrados como los de este posteo anterior. Fueron hechos pescando frases y/o palabras de canciones de Peperina, de Seru Giran.


    Los anteojos no me escuchan tranquilo.

La playa tiene sólo una chica tonta.

El baile planeta oscurece la máquina del paraíso.

La piel inocente nació para probar las manzanas.

El escenario millonario cae sobre la luna de una chica pueblerina.

El subterráneo romántico entonaba los oídos del campo.

El tiempo va cambiando, mirando los ojos del más allá.

El tiempo llevará ilusiones, simulando lo viejo que está.

La canción no quiere conocer a nadie.

La vereda mira la fiesta desde el mar de monedas.

El viento despide ese tiempo perdido.

Los barcos perdidos saborean el café con leche.

Oído al pasar II

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En la esquina de Colón y Drago:
-¿Cuánto me cobrás para lavarme el auto?
-Y, lo que puedas, diez pesitos.
-Bueno, enjaboname bien los vidrios que me voy a curtir una mina adentro.
-¡Cómo no, muchachito!

* * *

-¿Sabés qué esta bueno? Que te la chupen con una pastilla de menta o un chicle.
-No, chicle no. Yo tuve uno pegado dos días en los pendejos.
-Sacatelo con hielo.

* * *

"Negros de mierrrda..."

* * *

-Tac, tac, tac, tac...
-Me enamora el sonidos de tus tacos.
-¡Forro!

* * *

"Una monedita para que Dios lo bendiga. Una monedita le estoy pidiendo."

En cuatro palabras

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Comodidad envejece mi fastidio.


* * *


Antipatía por lo establecido.


* * *


Alboroto de los apacibles.

Practicando arqueología en un armario con cajones viejos I

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Revolviendo, escarbando y desenterrando papeles viejos encontré estos cadáveres (en realidad amputaciones verbales hechas en conjunto con el azar):

      La aventura criolla pega en la cara inexistente.

El plástico antigás tuvo su primera mujer.

El problema hogareño demuestra la taza del éxito.

La reunión estaba entrada en años.

La cosa se convence de su liderazgo marrón.

El 51 nacional premia al recluso.

La fortuna de la familia continua con sus especias que se venden de nuevo.

Y los tiempos utilizan contenedores de 10.000 años.

El fabricante de olas es parte del Club del Clan.



Según las primeras pericias, datarían de entre 11 a 13 años atrás. Hay más restos en perfecto estado de conservación.

Todos tenemos un exquisito muerto en el ropero.

La bambula y la abstinecia

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–Y sí, era mi compañero de boliche. Lo que pasa es que, como yo dejé de tomar hace seis meses…–. Con ese chamullo lastimoso, el tipo se quiere levantar lo que hay: una petisa fea que tiene más en mente el precio del metro de bambula que ponerla.

– …por eso le perdí el tranco– sigue–. Como hace como cinco meses que no tomo.

–Aaaaahhh...

–¡Nada! –insiste–; mirá que tengo el boliche en frente.

–Menos mal. Ojalá él también hiciera lo mismo–. La bambula, $13,90 el metro.

–¿Y vos, para dónde vas?

–No, no, no... Yo voy para mi casa. Me está esperando mi marido.

–¡Ah! Tenés marido. ¿No va al boliche? Por ahí lo tengo visto.

–…

–…

–… Bueno. Chau.

–Igual, como hace como tres meses que no ando por ahí.

Fotorrefrito

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Divine ~ Mick Jagger
Cargado originalmente por agimli

De derecha a izquierda: un trava del futuro, Jagger y Federico Storani.

Oído al pasar

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"Acá viene el número uno, pero no se lo digas a nadie. Que al menos piensen que soy el número dos. Acá, cuando menos te conozcan, mejor."

"Siento topos."

"Mi taza de café llena sobre mi escritorio es un arma de destrucción masiva, volátil."

"Sin internet, me dieron ganas de leer un libro."

Villa blorgeana

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Agosto sos una fuente

el viento
el halo alrededor de la luna
el aire sazonado de polvillo
el polen que vendrá
y la histamínica obsesión por lo nocturno

Te debía estas palabras

* * *

Villa Mitre tiene algo

la fuente
la plaza alrededor
ese puñado de cuadras
el aire infectado de bohemia
una muralla invisible
y esa arcada, apuesto que es un portal espacio-temporal

Si fuera bahiense, hoy querría ser de ahí

"Te veo resplandeciente"

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Aprovecho este picspam para expresar mi admiración por estos dos actores de El Resplandor.

A cuatro décadas de Woodstock: tres días de macoña, floripondio y olor a bolas. Ah, y música

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Traduction, s'il vous plaît!

Sanca

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No tenía laburo y debía todo el puñado de monedas que tenía en el bolsillo. No era que la estaba pasando mal, pero el trabajo –dicen– dignifica.

No sé qué hacía en la esquina de Chiclana y Donado cuando se acercó Gustavo, un rusito que llevaba su actitud de callejero adulto en un cuerpo de 11 años.

–¿Querés una estampita? –tenía un toco, algunas se repetían. Me las mostró como si fuéramos a cambiar figuritas.

–No tengo plata –le dije y seguí en la mía.

–¡Dale! Una moneda –me prepeó–. ¿No tenés laburo? Bue, tomá, para que consigas.

Me regaló la estampita de San Cayetano, el santo católico del pan y del trabajo.

Y al tiempo conseguí laburo. Se lo atribuí a la estampita. Flasheé que Gustavo era una extraña reencarnación. Guardé la imagen como un amuleto en mi billetera.

* * *

Hago fila para cargar gas en la estación de Parchappe. Un flaco me hace señas. Vende estampitas y rosarios. Me hago el distraído, pero insiste. Le hago la seña del no con la cabeza.

Pasan dos pibitos sucios. Uno salta y el otro hace cuatro jueguitos con el chicle que acaba de escupir. Uno se ríe. El otro pide monedas a una vieja.

Avanzo en la fila y pasa el vendedor de rosarios. Ahora le compro una, la de San Cayetano.

Pura cábala.

* * *

Mi vieja siempre le prendió velas a San Cayetano. «Para que les traiga trabajo», nos explicó varias veces.

Pero, por las dudas, también hizo lobby con otras confesiones: le puso monedas a un mini buda de plástico dorado, le enroscó un billete de dos p en la trompa a un elefante celeste, colgó monedas chinas con un hueco cuadrado en el centro, enterró cosas en las macetas y, en un arrebato new age, le puso todas las fichas a una pirámide cuadrangular transparente.

Nunca sobró nada y nunca nos faltó. Aguante esa multi-fe.

Mozo, ¿mi carta no vale...

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... para cantarle "quiero re truco" a un ancho de espada en la mesa?

Asma-rioneta

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Mi primo tiene asma y por eso recibe de regalo un perro. No uno real, sino una marioneta. Se llama Rufo y es un personaje de Los Muppets con un agujero en la espalda para meterle la mano y hacerlo hablar.

Me entero de que el asma es una razón para recibir regalos y quiero tenerla; respiro mal delante de los grandes para que me compren un Muppet así.

Igual, Rufo no me convence del todo. Tiene algo que me incomoda: esa mirada boba, inerte, de Muppet. "Este perro no me cae del todo bien", pienso, mientras lo hago hablar con mi mano.

* * *

Rufo, el perro Muppet, descansa sobre el pecho de mi primo dormido. Tiene los ojos abiertos y las pupilas más grandes por la oscuridad. Me mira. Tiene la vista anclada en la mía y no deja de observarme. Sus pupilas dilatadas son penetrantes e implacables: me ven desde todos los ángulos.

Es una marioneta, sí, pero me asusta. Me dan miedo esos ojos y su boca lisa de Gioconda. El muñeco parece que está siempre a punto de hablar.

O de moverse, porque Rufo ahora mueve una oreja. Pavor.

* * *

Estoy entre el dintel de la habitación de mi primo y la escalera caracol. ¿Bajo? ¿Me quedo? Rufo mueve otra vez la oreja. ¡Qué miedo! Me quedo pero no avanzo; la oscuridad es una barrera.

El Muppet está casi vivo y empieza a roncar fuerte sobre el pecho de mi primo dormido. Abre y cierra esa boca de marioneta al ritmo de su ronquido. Es una queja sorda, sibilante y disfónica.

El aliento le rechina dentro de los... ¿pulmones?

Rufo boquea pidiéndome ayuda. Aunque sus ojos de Muppet no dicen nada, está vacío de aire. Sufre un ataque de asma.

Es asmático como mi primo, que se despierta, manotea el broncodilatador en aerosol y voltea una lámpara.

¡Acaba de entrar en crisis! ¿Quién? ¿Rufo? ¿Mi primo?

El ruido despierta a mi tío, que vuela de un sopapo a Rufo del pecho de su hijo sin aliento para darle un puff de salbutamol y tratar de tranquilizarlo.

"Ya no quiero tener asma", me digo.

* * *

Rufo no boquea más. Está despatarrado en el piso. Sigue sin quitarme la vista de encima. Este perro me cae mal...

... ojos sobresalidos...

... fijos en mi...

... atentos...

... los míos se van cerrando...

... me duermo...

...bajo el dintel de la habitación de mi primo...

... estrés...

... alguien que me lleve a mi cama...

... Z-z-z...

Putas y drogas

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M: –Me da miedo que mi hijo tenga una novia de Punta Alta.
Yo: –¿?
J: –¿De que sea puta y drogadicta?
Yo: –¿?

Recuerdo que para buscar putas y drogas había que viajar hasta Bahía, más precisamente hasta White. Pero lo pienso sin decirlo.

La ocurrencia me llega tarde para ser una respuesta ingeniosa.

¿Cómo se llama eso?

Algo pendiente

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Principio de los 90. Abulia. Aburrimiento. Mucho The Beatles y Led Zeppelin. El tiempo no pasaba cuando me lo pasaba leyendo
El Péndulo.

¿Fuego? Gracias

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Esos días estaba roto. Por fuera y por dentro. Y me diste o me prestaste o me regalaste Primavera con una esquina rota, de Mario Benedetti.

Lo empecé a leer en una esquina sana, esperando el colectivo. Pasó uno, pasaron dos y paré el tercero. Doblé la esquina de la página 41, subí al bondi y me olvidé del libro.

Saqué un cigarrillo apenas me bajé en la esquina de siempre. Busqué con qué prenderlo. No tenía encendedor. Casi nunca tengo porque no fumo. No mucho.

Pedí fuego, me dieron y di las gracias.

Y me acordé.

Apagué el pucho sin fumarlo. Busqué el libro en el bolso, el que señalé con un doblez en la página 41. No lo tenía. ¿Me lo dejé en el colectivo? No. Lo olvidé en el escalón en el que me senté a empezar a leerlo.

Lo di por perdido, olvidado y pensé en reponértelo. Uno nuevo, otro, otra cosa.

Pasaron algunas horas y volví a la parada, a esa de la esquina sana. No tenía esperanzas, pero volví. ¡Y estaba ahí! En el escalón donde había empezado a leerlo.

Busqué la página 41 pero el doblez no estaba. Alguien había leído hasta la 56 y la marcó. Y dejó el libro ahí, en la esquina donde lo olvidé.


PD: No era primavera.
PD2: Gracias por el fuego me había dejado un amargor en el pecho.
PD3: Quería dejar de fumar y dejé en aquella esquina.
PD4: El libro me lo llevé y creo que lo volví a perder.

Estallidos de alegría

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Hay una jaula con dos cotorras en una pared de la cocina. El objetivo de hacer que se reproduzcan para vender sus crías no se va a cumplir: nos vendieron dos machos o dos hembras. Negadas a experimentar con su sexualidad, permanecen inmóviles, como todos los días. Vida triste la de las cotorras.

* * *

Suena un rocanrol y dudamos.

—¿Quién es? ¿Lennon?
—No, ni ahí. Bah, se parece... la voz. Pero no.
—Si, si. Escuchá.
—Te digo que no. Conozco todos los discos de Lennon solista —mentira, pienso.
—Mentira.
—Mirá ¡mirá! ¡¡miráaa!!
—¡Noooooooooooooooooooooooooo! —gritamos al mismo tiempo.

A esta altura de la película ya no sabemos si es el señor Verde, Rosa o Azul quien saca una navaja y le rebana la oreja a un cana.

Primero quedamos aturdidos por la sordidez de la escena. Y después de masticar un rato largo esa imagen, la risa surge como un estallido.

* * *

—¿Qué les pasa a tus cotorras?
—No son mías, son de mi vieja.
—¿Qué les pasa?
—¿Por?
—...
—N...

Me paro y voy a verlas. Una, inmóvil, como siempre; la de al lado se aleja cuatro pasos al costado. Pasos de cotorra.

—Son del mismo sexo —explico, como si fuera una razón científica.
—Son medio caretas —dice, al tiempo que le echa una bocanada de humo a la inmóvil.

Entre que la cotorra se infló como un globo a punto de explotar y hasta que estalló la risa, pasaron cinco segundos que parecieron una eternidad.

* * *

El tiempo, a cuentagotas.
La heladera, vaciándose.
La cotorra, tratando de comprender.
Las gargantas, secas.
El mate, casi listo.
La guía de teléfonos, deshojada.
Las gargantas, ásperas.
La música, en vaivenes.
La risa, en alerta.
La paranoia, en plan de emboscada.

Serie 1991. Al fin se le vio la veta aristocrática

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La Piba (35) tiene madera de discutidora. Y me discute por mail.

Me escribe de socialismo, de consignas libertarias y de obreros alienados.

Yo le digo: —¡Basta! ¿Qué te pasa? Si vos no laburaste nunca con una pala.

La Piba tiene empuje y hasta se postuló a concejala en mi ciudad.

Su DNI dice que todavía vive allí aunque hace años que vive en otro lado.

—Ya cambié de domicilio varias veces —se excusa— y como la Junta no actualizó el padrón...

—¡Chanta, trucha!— le escribo.

Pero también quiere ser diputada provincial.

—Testimonial— la acuso.

—Lo tuyo es banal y no tiene rigor— me dispara.

—¿De qué hablás?

—De esas preguntas. Superficiales. Sin valor. Tinellizadas.

—Eh, anti popular. Al final, se te vio la veta aristocrática en el dedito índice levantado —le contesto.

—Naaa.

—¿Referente de la aristocracia obrera, tal vez?

Dejó de escribirme.

La podrida

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Un taxista gordo con baba en la comisura de los labios amenaza por teléfono:
—Te hablo de acá, de los taxis. En diez minutos vamos para allá. Si no guardan todos los coches, se arma la podrida.

Cierra el celular con tapita como si fuera la claqueta de un director de cine. Pero la película sigue veinte metros más adelante.

—Dale, pegalo, pegalo —dice un tachero petiso que sostiene una cartulina, mientras otro la pega con cinta sobre el cartel luminoso de un parquímetro. En la cartulina escribieron con fibra: "Gracias por cuidarnos todas las noches. Y perdón porque no te hayamos cuidado a vos".

Treinta metros más adelante un grupo discute qué hacer.
—Quieren cortar aquellas dos calles y liberar estas otras. Yo les digo: para que nos escuchen, nos tenemos que quedar acá hasta mañana—. El tachero que grita tiene treinta y pico—. Hay que joder para que nos escuchen.

Esta mañana (miércoles 27 de mayo) apareció muerto un taxista de 60 años en un camino de tierra de Coronel Dorrego. El cuerpo tenía ocho puñaladas.

Casi todos los taxistas y remiseros cortaron las calles alrededor de la principal plaza de Bahía Blanca para reclamar seguridad. Casi todos, menos uno, aparentemente.

Pero aparentemente no se armó la podrida.

Videorrefrito 2

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Excelente video. Como un laberinto de espejos.
mountain-goats.com/

Serie1991. Hambre

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Famélico. Muerto de hambre. Corro a la rotisería, apurado, urgente. Las tripas lo reclaman.

"Hola, dame media de empanadas, jamón y queso, de horno, las espero acá, te doy monedas para que me des vuelto fácil", pienso de memoria. Espero una atención rápida, célere, veloz.

Pero no.

Me encuentro con un "¿Como te va? ¡Tanto tiempo! ¿Qué hacés, perdido? Ni sabía que estabas acá. ¿Todo bien lo tuyo?".

El "hola-dame-media-de-empanadas-jamón-y-queso-de -horno-las-espero-acá-te-doy-monedas-para-que-me-des-vuelto-fácil" debe esperar.

Busco una respuesta amable mientras la panza me gruñe y me sale un qué hacé sobreactuado y desdeñoso. Es una antigua compañera del secundario, organizadora compulsiva de asaltos, cautiva de su madre hipervigilante en los lento, histérica, se come la "s", algo mentirosa, llorona, alarmista, de las que se sientan adelante, de las que no guardan secretos por mucho tiempo... poco trato. Pero divina, eh. Ni un drama con la piba.

En dos segundos le cuento que estoy bien, laburando, un pibe y ahora buscando algo para comer.

Y la comida, que no viene. Y me pregunta y me pregunta y me pregunta. Y me cuenta su breve historia de cómo llegó a laburar en la rotisería, que es de la misma dueña de la panadería y de la mercería.

-Comida, por favor -le suplico mudo, tamborileando los dedos.


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* Acá me cansé, me aburrí.

Serie 1991. ¡Dejá de mirarme la panza!

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"A vos te quería agarrar" me dice un tipo en castellano trasandino que me agarra del cogote en el medio del supermercado. Una mole de un metro ochenta, con ojos agigantados por espesos lentes recetados.

Sé que no estoy en peligro. ¿A vos te quería agarrar? ¿Quién podría lanzar tal anacrónica amenaza?

El indentikit mental no arroja resultados pero su voz me suena familiar. Trato de reconocer ese rostro tan cerca de mi cara, hasta que me saluda amistosamente y caigo.

Era Alejandro, un compañero de la secundaria que terminé en 1991.

Bah, era Alejandro + 20 kilos + canas + dos pibes y una esposa.

Se vino a Punta Alta, desde Mendoza, con la familia, a comer huevos de pascua con la madre y volverse.

Me contó que los avatares financieros lo llevaron a reciclarse laboralmente: trabajó en un banco, después en una aseguradora y ahora está en la Bolsa de Comercio. No extraña el banco.

Tampoco extraña la ciudad, pero algo le tira.

–Vos estás igual –me dice. Y yo le miro los 16 años de panza que lleva, desde la última vez que lo vi.

–Si, es que no me hago muchos problemas –le contesto.

–Bueno, dejá de mirarme la panza, la puta que te parió –me dice mientras empuja el changuito con sus pibes adentro.

Diálogo con nadie o ¿el cliente ya no tiene la razón?

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–Hola, quiero saber por qué me cambiaron el plan de mi teléfono.
–La empresa informó con 60 días de anticipo que iba a realizar un cambio masivo de planes.
–Me llamaron preguntándome y les dije que no quería cambiarme.
–Si, pero este cambio se comunicó por carta.
–No me llegó ninguna carta.
–¿No le llegó? Entonces cumplo en informarle, señor. Desde ahora pagará 45 pesos finales.
–¿Y no hay otro plan más barato?
–No, señor.
–¿No hay uno de 40 pesos?
–No.
–En el sitio de la empresa dice que hay un plan de 40 pesos
–No está disponible en su zona, señor.
–¿Y en qué zona está disponible?
–En el norte, señor.
–¿Y cómo puedo hacer para pasarlo a tarjeta prepaga?
–Le paso con la oficina correspondiente.
–Bueno.
–Buenos días ¿usted quiere pasar su línea a tarjeta prepaga?
–Si.
–Bueno, le informo que en este momento estamos realizando tareas de mantenimiento. ¿Podría comunicarse otra vez por la tarde?
–Bueno.

A la tarde, después del ya tradicional "holabuenosdíasquieropasarme-
atarjetaeseltitulardelalíneasílepasoconlaoficinacorrespondienteporqué-
motivodeseacambiardeplanseñorporquenoquieropagar":

–Le puedo ofrecer su mismo plan con una bonificación de 10 pesos por tres meses.
–No, gracias.
–Le puedo ofrecer entonces, si lo desea, un plan de 39 pesos finales con una bonificación de 10 pesos por tres meses, con lo que estaría pagando 29 pesos en su factura.
–Mmmm, no gracias, quiero pasarlo a tarjeta.
–Si pasa su línea a tarjeta no podrá volver a tener su plan posteriormente.
–Tarjeta.
–Le puedo ofrecer un plan de 29 pesos con una bonificación de 10 pesos por tres meses, con lo que pagaría sólo 19 pesos.
–Bueno.

Al mes. Factura por 40 pesos. ¿Qué pasó?
–Su trámite no fue registrado, debería hacerlo nuevamente.

Cuatro links, cero producción, mucha inspiración

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Sete dias. Works and days of Cristiana Couceiro.

Drawn!

Cassettes en Flickr.com.

Daily Costume.