Se encerró en su pequeña y calurosa habitación de paredes carcomidas por la humedad y comenzó a escribir al reparo de un ventilador pequeño pero eficiente. Antes, se había preparado un sándwich de queso en pan de tostadas, mientras ponía algo de música para matar el silencio de esa tarde de principios del mes de enero.
Las hendijas de una persiana, envejecida y abatida por un año de vendavales y abundante agua, dejaban que se filtre un denso haz de luz que, con las horas, le había recorrido todo el ancho de su pequeña espalda.
Cuando se dio cuenta del ardor que sentía en su piel, se levantó por unos segundos de la silla para quitarse la blusa y recogerse el pelo. Con la blusa intentó tapar las grietas por las que se colaba el calcinante retazo de sol y aprovechó la energía que la había levantado de la silla para cambiar de música.
Cuando volvió a su asiento frente a la computadora, se dio cuenta de que ya había escrito varias páginas; las releyó detenidamente corrigiendo algunos signos de puntuación y dos o tres palabras repetidas y las mandó por correo electrónico a su editor.
Con premura escribió en el mensaje: «leelo y decime que te parece esta priemra aproximacion al tema. caulquier cosa que consideres lo corregis o loagregas. despues nos hablamsos. saludos. mery».
Días felices
Hace 8 años.
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