¿Fuego? Gracias

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Esos días estaba roto. Por fuera y por dentro. Y me diste o me prestaste o me regalaste Primavera con una esquina rota, de Mario Benedetti.

Lo empecé a leer en una esquina sana, esperando el colectivo. Pasó uno, pasaron dos y paré el tercero. Doblé la esquina de la página 41, subí al bondi y me olvidé del libro.

Saqué un cigarrillo apenas me bajé en la esquina de siempre. Busqué con qué prenderlo. No tenía encendedor. Casi nunca tengo porque no fumo. No mucho.

Pedí fuego, me dieron y di las gracias.

Y me acordé.

Apagué el pucho sin fumarlo. Busqué el libro en el bolso, el que señalé con un doblez en la página 41. No lo tenía. ¿Me lo dejé en el colectivo? No. Lo olvidé en el escalón en el que me senté a empezar a leerlo.

Lo di por perdido, olvidado y pensé en reponértelo. Uno nuevo, otro, otra cosa.

Pasaron algunas horas y volví a la parada, a esa de la esquina sana. No tenía esperanzas, pero volví. ¡Y estaba ahí! En el escalón donde había empezado a leerlo.

Busqué la página 41 pero el doblez no estaba. Alguien había leído hasta la 56 y la marcó. Y dejó el libro ahí, en la esquina donde lo olvidé.


PD: No era primavera.
PD2: Gracias por el fuego me había dejado un amargor en el pecho.
PD3: Quería dejar de fumar y dejé en aquella esquina.
PD4: El libro me lo llevé y creo que lo volví a perder.