Lo siento, estoy en un laberinto onírico que me impide postear

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Mañana sin gloria

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6:25 de la matina en la ruta 3. Suena No Surprises de Radiohead y las nubes parecen edificios deformes, tumorosos. Rumbo a una taza de café.


6:26, No Surprises (Radiohead) en mis oídos y un "paisaje bucólico" –siempre quise decir esto– en el espejo izquierdo del auto.


6:27 in the morning, no glory, pienso que Radiohead es mejor que Oasis. Me ataca bandada de loros barranqueros. Uno pega en el parabrisas.


6:28, ruta, Jigsaw Falling into Place de Radiohead. Escucho 1 y 1 de Ok Computer y de In Raibows por esta idiotez.


6:29, ruta, Radiohead, el auto corcovea por la mala nafta. Atrás, un cielo naranja y por delante, uno celeste sucio. Cambio de canción.


6:30, ruta, Lucky de Radiohead y me paro al costado de la ruta a fumarme la poca humedad que cayó esta madrugada. (Lucky dice: It's gonna be a glorious day)


6:34, sigo, The Tourist.


6:41, cruce de White, pongo Faust Arp de Radiohead. Pasa una moto que vibra en el tono de la canción. ¿Eso es tener el motor afinado?


* * *


La tarde hace crujir de calor las veredas como vidrios fríos que se destemplan. El auto es un microondas prendido y me rostizo dentro. La calle también está caliente. Gente, bondis, motos, coches. Ciudad.

La discoteca colgada de mis orejas suplica Apocalypse Please, de Muse, aunque me conformo con que llueva un poco, como lo habían prometido.


Es el fin del mundo
Es tiempo de que veamos un milagro
Vamos, es tiempo de ver algo bíblico


Pienso que estos chicos son muy… ¿cristianos? ¿románticos? Me quedo con la música.

Stockholm Syndrome (Síndrome de Estocolmo) me lleva como en un avión, me devuelve a la ruta 3, me secuestra la realidad, pero el estribillo pegadizo, empalagoso, la rescata para mí. (Aunque la guitarra hiper procesada es un caño. Si no hubiésemos pasado ya la primera década de 2000 estaría detestando esta copia pulida de Nevermind. Pero no estamos en los 90 y la verdad es que Muse entretiene, es hitera)

Rescato Falling Away With You pero, otra vez, estos pibes me dan emo-romántico.

"Cuc-cuc-cucurucho…"

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Creo que era 2006 y Mardel estaba saturada de recitales.
Abundaban buenas bandas de Baires: bandidos, barderos, biejos binagres y hasta babasónicos bagaban por Bondstitución, la abenida marblatense de los boliches recitaleros.


Yo ya tenía mi entrada.
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El galpón hecho disco está abarrotado, traspirado. Ya hizo de caja de resonancia de dos tandas de temas de una banda legendaria.
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Los músicos vuelven y es turno de despedidas, bises y otras.
El tambor redobla como un láser, sale guitarrita funky obstinada y de repente explotan el bajo, un riff monocorde y distorsionado como un avión y una línea de saxo disfónico.
Se me desconan los tímpanos de la emoción.
Suena Debedé, pero no es Sumo. ¿O sí?
"We walk down to the disco on that Saturday night… ", canta Alejandro Sokol (al tiempo que camina como un dandi por los tres o cuatro metros de largo del escenario) y Germán Daffunchio se mueve al ras del suelo, acariciándolo con la guitarra. Las Pelotas tiene una fuerza en vivo que nunca experimenté.
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"…decime dónde vas…"

El himno, el clásico, brilla y se apaga en un final que es una maraña de sonidos furiosos y que se funde con las voces de la gente: "Oooh, Las Peló, Las Pleó, vamo' Las Peló…"

Otro clásico, otro cantito de tribuna y otra duda: "¿Dóooon-deeee-vooy?"

Incertidumbre Nº 3 y el cumpleaños más coreado: "Y si no puedo ver dónde voy, parece que me pasé… Debo estar en América del sur... Happy birthday to you..."

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En recuerdo de Alejandro "Bocha" Sokol (30 de enero de 1960 - 12 de enero de 2009)

Oído al pasar III

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El doctor Ramón vivía en esa casa de Presidente Roca 21 o 23. Tenía un piletón grande, ¿te acordás que te dije? Tenía una pintura al final de una escalera alta. Hay que subirla, colgarla en esa pared. ¿Tenés una escalera grande?

¿Merezco ir preso por sexista?

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, se me escapó. Básicamente, le dije a una mujer policía que era una idiota. Me paró para pedirme la licencia de conducir y todo lo demás; le mostré cualquier cosa y me retó.

–Disculpá. Es que con este calor, tengo las dos neuronas derretidas– le contesté.
–Imagínese yo, que estoy acá parada desde hace tres horas– musitó con desprecio por la condición civil.
–¡Uh! Y encima con una sola neurona, ¿no?
–…

No te banco

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El uniformado (policía, guardia, lo que sea) se acerca y me dice que en el banco no está permitido usar el teléfono celular.

–Ah, no sabía.

–Si, está prohibido. Está escrito ahí.

–¿Dónde?

Señala un cartelito con un pictograma raro.

–Ah, para mí eso era “prohibido usar escafandra”

–…




(También podría significar "prohibida la entrada de indios de poca jerarquía")


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La cola es larga y mientras espero, miro.

Observo cuán relajados están los empleados del banco.

El tipejo que atiende a las personas que no van a cobrar se toma su tiempo para mover el mouse sobre el escritorio, al tiempo que piensa «Permiso ruedita del ratón. O lucecita del dispositivo óptico para interactuar con el computador. ¿Puedo acariciar tu ergonómico lomo y así desplazar eso que llaman cursor sobre la pantalla? Gracias».

La chica que se niega a dar préstamos a microemprendedores en el cubículo de Préstamos/Microemprendedores pasa y le agarra y sacude la pera al tipejo; como quien agarra y sacude la pera de un nene tierno de 6 años. Me ve que la veo y se esconde para secretear detrás de un toquito de hojas A4 que acaban de salir de una fotocopiadora. Vuelve bamboleante a su cubículo.

Parada, la mujer de la mesa de entradas mide apenas lo mismo que el tipejo sentado. “¿Cuándo viene lo mío?”, le pregunta. “Llamá al 0800”, le responde.


* * *


Para el esclavo del sistema, el banco no es un infierno, pero sí algo como el purgatorio. Un limbo para aguantar. Una montaña de papeles en la que la cima no alberga la redención de las almas bancarizadas